Todo Arde

Despierto abruptamente en mi habitación por el vaivén de un olor quemado. El borde de mi cama está envuelto en llamas incontrolables; las cuales juro haber visto hacerse más grandes al momento de despabilar.
Sin embargo con mejor suerte que olfato mis pies están a salvo, inmunes al inevitable ardor.
Pongo a calentar un poco de café para tratar de darme un poco de ganas de iniciar este día.
Busco algo que ponerme pero para mi mala fortuna todos mis arapos están hechos cenizas.
Vuelvo a la cocina y me doy cuenta que fue consumida por el fuego.
Abro un par de gavetas, me preparo un poco de cereal y me siento tranquilamente en la sala.
El fuego no me da miedo más, porque yo se que lo que verdaderamente se quema no es mi casa sino yo.

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